DIÁLOGO COMPRENSIVO CON EL PRÓJIMO

 

            Si el amor es el sentimiento que nos lleva al verdadero conocimiento de las personas y sus circunstancias, la animosidad y el odio imposibilitan tener una visión objetiva y meditada del comportamiento de nuestro prójimo.

 

            El mundo de hoy, el que vivimos, es un hervidero de ideas confrontadas, sin posibilidad de entendimiento, porque se transforman en pasiones que nos inducen a razonar y obrar equivocadamente, condicionando negativamente nuestra mente.

 

            En cada error o juicio injusto sobre nuestro prójimo es fácil descubrir animosidad, resentimiento o envidia como causa oculta. Porque detrás de cada pensamiento está el hombre y detrás de cada hombre están sus pasiones, vivas y activas, que impulsan a afirmar lo que la mente no es capaz de discernir con equidad.

 

            ¡Qué difícil es que brote la luz allí donde los ánimos y las pasiones se hallan encontrados!

 

            En nuestra sociedad todo se cuestiona, se contesta y se discute, incluso lo más elemental y evidente, con una superficialidad pasmosa; no sólo en reuniones y tertulias de café, sino en programas de televisión en que los presentadores no buscan la verdad, antes bien sólo buscan discusiones acaloradas, insultos y escándalos. El resultado no puede ser otro que una enorme y lamentable confusión de ideas.

 

            Esta ceremonia de la confusión se extiende a todos los campos. Se confunde la libertad con la espontaneidad y el capricho de las pasiones; la disolución de las costumbres con el progreso social; el egoísmo con la realización de uno mismo. El sentido común ya no funciona como debiera, o nos da vergüenza aplicarlo, porque las modas del pensar van hoy por otros derroteros.

 

            La manipulación informática de nuestra sociedad mediática es la principal causa de la confusión de ideas. Los medios de comunicación modernos manipulan las conciencias, pues poseen la peligrosa propiedad o habilidad de confundir lo que parece inconfundible. Debiéramos ejercer nuestro discernimiento para saber comprender.

 

            Porque un espíritu obtuso, sin capacidad de análisis, es un espíritu pronto a reaccionar de forma apasionada frente a los acontecimientos; y un espíritu superficial, sin visión profunda de la realidad de las cosas, se guiará exclusivamente por las apariencias. En ambos casos, corresponderán a personas difíciles para la convivencia.

 

            Por el contrario, cuando existe flexibilidad, cuando hay capacidad de analizar con inteligencia las cosas y comprender las situaciones, las relaciones humanas se hacen más fecundas y pacíficas.

 

            La persona prudente no reacciona de forma espontánea sino que analiza la situación y el carácter del prójimo, por qué hace lo que hace y cuál es su problema. Ese ser inteligente logrará lo que nunca podrán lograr las reacciones simplistas: ‘Establecer un diálogo comprensivo.’

 

                                                                                                         

                                                                                                                      Antonio Alcalá

 

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