CASAS BLANCAS
Con
luz vivaz del diáfano sol |
Abajo
están los peñascos sombríos |
EN CLAVE DE... ¡MUJER!, APORTE POÉTICO
Apenas comencé la lectura de “En Clave de... ¡Mujer!”
sentí un vivo deseo de expresar las impresiones que me produjo este poemario
de Eliana Onetti. La verdad es que después de leer el prólogo, de
arrolladora erudición, así como el comentario de Margarita Sánchez inserto
en la Gaceta de Arroyomolinos, ambos coinciden tan certera y sutilmente con
mi apreciación que en lo sustancial no podré evitar una estimación
coincidente. Nunca olvidé aquel aforismo que mi profesor de lenguaje me
expresó: “El conocimiento de las palabras de una lengua es el arsenal de
ideas del que lo posee”. Eliana Onetti en este libro, como en el publicado
anteriormente: “Nekione, Flor de Dolor”, demuestra gozar de un rico arsenal
de ideas que luego, en su holgado léxico, vierte con exhuberancia de suave
matiz en su poesía.
En uno de los dos primeros poemas hay un racimo de metáforas tan sencillamente subjetivas y armónicas que ello suscitó en mí la súbita impresión de que sólo por esta estrofa se justificaría la publicación de “En Clave de... ¡Mujer!”. Esa métrica libre, pero de reposado concierto, sugiere, como entre neblina de sutil poesía, un latente orden geométrico armónico pero con brotes admirables de libérrima espontaneidad que suscita, a través de términos sencillos y plácidas cadencias, las más inusitadas emociones.
Pero siempre asoma esa impronta de una filosofía viajera inherente en la inquietud de Eliana Onetti. .. En los versos de estos poemas se perciben suspiros como tomados de las frondas de altísimo arbolado o de las penumbras silenciosas de insólitas veredas del pensamiento. Es el devenir de la vida del alma; lo que está latente en muchísimos corazones, soterrado en la desdicha de almas que interrogan el porqué de sus perplejidades. Eliana lo saca a la luz como en una canción trashumante que deja en el camino endechas de aquellas congojas inconfesadas; o aquellos címbalos de efímero júbilo que encendieron inocentes sonrisas abatidas en los recodos sombríos del común vivir.
No sé si debo hacerlo, pero diría que después de escribir “En Clave de... ¡Mujer!”, Eliana Onetti ya puede morir tranquila. Ya quedan en el espacio terso, como cirros de luz, los latidos perennes de esta poesía.