Ésta es una carta personalizada a D. Rubén Arévalo ( nuestro cura-párroco ) que se jubilaba y tenía problemas, según me dijo, porque aún no tenia una vivienda y no quería ir a vivir a casa de su hermana ni a una residencia de religiosos.

Se iba a hacer una celebración especial en la iglesia con motivo de su jubilación, con comida, regalos etc. Ocurrió que, 15 dias antes, sufrió un accidente. Venía de ver a su hermana en Leganés y en el autobús cayó al suelo; no se sabe, ni se ha sabido si fue porque le dio un derrame cerebral o porque al caer al suelo -al parecer por una frenada brusca del autobús- se golpeo la cabeza y eso le produjo el derrame. La cuestión es que fue ingresado en el hospital de Leganés . Yo fui a verlo a los 3 ó 4 días, cuando ya había salido de la UVI y lo encontré bien y con ganas de salir cuanto antes del hospital. Ya le había enviado por correo esta carta, le llevé copia al hospital, la leímos y estuvimos haciendo bromas. Pero una semana después empezó a agravarse y en pocos días falleció. Sinceramente, me sentí afectado con su muerte, porque yo había tenido bastante contacto con él y lo apreciaba. En su honor y como recuerdo póstumo, la dedico... AL MERECIDO DESCANSO DE UN AMIGO

Antonio Alcalá

            Arroyomolinos, 12-10-06

 

 

Mi querido amigo:

 

Con abultado equipaje repleto de proyectos, afanes, ilusiones y, por qué no, también alguna fantasía, emprendiste esperanzado, un día, el más ambicioso viaje de tu vida.

Recorriste duros caminos y senderos que habían trazado otros, y en tu larga travesía, encontraste alegrías, pretendidos logros, pero también dolor, tristeza, y desiertos sin oasis, y más de un oasis que había perdido su desierto en noche fría.

         Sin saber lo que sentías, abandonándote a ti mismo, rodaste por ese abismo que hace tiempo presentías, el que te lleva hacia tu independencia, pero se cobra en indiferencia lo que debiera ser un descanso merecido.

Pero, amigo mío, seamos realistas, son setenta los años que has cumplido, y debes pasar de ser activo a ser pasivo, porque un inapelable decreto así  lo obliga. Y tú, con esa seriedad alegremente entristecida, te preguntas: ¿Qué podré hacer ahora que jubilado he sido?

             La respuesta es bien sencilla: <<Sé un buen jubilado>>. Tu cuerpo pide reposo, tu alma más veleidad, para alcanzar sueños, anhelos vanos o algún místico arrebato no logrado, que aviven sentimientos hoy ya en calma.

            Por experiencia propia, yo me atrevería a sugerirte que te relajes y, entre otras cosas, te tumbes a la luz de las estrellas, dejes que el viento acaricie tu rostro y serene tu mente. Descansa frente al mundo que te rodea, frente a sus gentes. Siembra en tu privada parcela ilusiones y vive por y para ellas.

            Y si al terminar el día, estás cansado, y son tus noches largas, como tus años, guarda siempre los gratos recuerdos, olvida daños, y disfrutarás más de tu actual condición de jubilado.

Y si, además de cumplir los Mandamientos, deseas alcanzar el rango de jubilado convencido, créeme, asume y sigue los sabios consejos, recogidos en este “Decálogo”, y llegarás a ser un buen jubilado, un jubilado en cuerpo y alma:

             1º- Se nace cansado y se vive para descansar.

            2º- Ama a tu cama como te amas a ti mismo.

            3º- Si ves a alguien que descansa, ayúdale.

            4º- Descansa de día para que puedas dormir bien de noche.

            5º- El trabajo es sagrado ¡no lo toques!

            6º- No hagas hoy lo que puedas dejar para mañana.

            7º- Lo que tengas que hacer, procura que lo haga otro.

            8º- Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos.

            9º- Si sintieras deseo de trabajar, siéntate y espera a que se te pase.

          10º- Tú tranquilo, ¡nunca nadie murió por descansar!

             Y te recuerdo un refrán idóneo en apoyo de este Decálogo:

<<Come y bebe, aunque te pongas gordo, y si te mandan trabajar ¡hazte el sordo!>>

             Recibe, con todo mi afecto, un fuerte abrazo. ¡Feliz jubilación... y, ¡hasta siempre!