El “Dolor de ausencia” de Nicolás del Hierro

 

 

            Cuando el tiempo, sanador increíble, atempera las heces del “dolor de ausencia”, éstas se asientan en el alma blandamente formando posos de fecundidad.

             “Dolor de ausencia” es la esencia de la remembranza, que sueña y revive momentos, afectos y lugares con ternura contenida de solícita serenidad:

 

            “…Ser otra vez niño,

un niño a quien la vida no le ha roto

los humanos juguetes de su anhelo…”

 

            Y es una confesión de amor que se derrama en versos sobrios y reflexivos que tienen la fuerza de la hondura y la hermosura de la sinceridad:

 

            “…Te escribo desde lejos, de muy lejos,

desde el profundo centro de mí mismo,

cuando me canta amor en las entrañas…”

 

            “…Aquí me quedo. Aquí me doy

verso a verso a la vida, piel a piel,

en este mar de tierra que es La Mancha.”

 

            Leer “Dolor de ausencia” es como adentrarse en recónditos paisajes de añoranza y recoger vivencias que, siendo ajenas, suenan a propias porque los parajes del alma de su autor nos tocan fibras afines que va hermanando Tristeza:

 

            “…Hoy se me queda chica hasta la pena

frente al recuerdo vivo de tenerte

como indeleble cita en la memoria.”

 

            Tengo que reconocer, para mi pesar, que Nicolás del Hierro era un poeta desconocido por mí hasta que, hace relativamente poco tiempo, tuve la suerte de trabar conocimiento epistolar con el hombre, accesible y generoso con su tiempo y con su obra.

             Este su más reciente poemario es, en mi modesta opinión, de oro puro y enriquece aun más el parnaso de la hispanidad.

 

            Eliana Onetti

 

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