CARLOS  GARDEL: ¿MITO  O  REALIDAD?

 

       El 24 de Junio, se cumplieron exactamente 70 años de la trágica muerte de Carlos Gardel,  en Medellín, Colombia.

        Y se equivocan quienes afirman que tras esa muerte trágica comenzó el mito de Carlos Gardel. Porque mitificar viene a ser lo mismo que mixtificar, mezclar y confundir las cosas, es decir, considerarlas producto de una fantasía desbordada que puede conducir al falseamiento de los hechos. Por eso no puede hablarse de mito cuando se contempla la extraordinaria realidad que significa la vida y la importancia  de Carlos Gardel para la música de su patria adoptiva y para el arte popular en general. Mejor, hablemos de una leyenda....   

    Gardel fue un producto espontáneo de la naturaleza. Uno de esos fenómenos que se producen sin una previa elaboración científica o  propagandística.

     Surgió el cantante y  el artista, la voz privilegiada que elevó el tango a la categoría de factor universal en los cines y teatros de la época. Y surgió el galán que a los cuarenta años de edad, pero con una sonrisa de muchacho sano y noble, como que se le iba el alma en las notas de sus canciones, arrastraba tras de sí a miles de espectadores y simpatizantes. Y surgió el hombre de mundo que portaba con elegancia un traje de calle, un frac o un traje de gaucho.

¿Para qué hablar de Rodolfo Valentino, de Clark Gable o de Marcelo Mastroiani? El era un poco de cada uno y no era como ninguno de ellos. Era simplemente Carlos Gardel.

    ¿Mito? No. Realidad. Una realidad que causó el tremendo impacto que mi generación recuerda aún con emoción y que las posteriores han aprendido a valorar y respetar.

    Yo no sé cómo me ocurrió a mí, pero sí recuerdo que era aún  muy niño cuando las primeras películas de Gardel llegaron a Sagua la Grande. Ya por aquella fecha, en Cuba podían verse películas de muy diversos países: Argentina, España, Méjico, que eran los principales productores de cine hispano-parlante, y, por supuesto, las de Estados Unidos, algunas de Francia, Alemania e Inglaterra.  El entusiasmo contagioso y la curiosidad por ver y oír a aquel cantante argentino que cantaba como nadie  y, que por añadidura, interpretaba una música muy distinta a todas las demás músicas, me agarró también a mí y hasta me  aprendí de memoria sus canciones, con tanta precisión, que todavía recuerdo las letras con extraña exactitud... Tenía yo once años cuando los titulares del periódico de aquel día nefasto me dejaron estupefacto. Gardel había sido verdaderamente un ídolo y entonces desaparecía para siempre: 24 de Junio de 1935.

    El mito lo hubiera transformado en algo distinto, pero su realidad, aún ahora al cabo de tantos años de su muerte, desmiente la mitificación. En los tangos que cantó como nadie; en las canciones de sus películas, en sus gestos, sus actitudes, sus sonrisas, estaba plasmada una historia para la posteridad.

Era la realidad incontrovertible que se ha mantenido viva a pesar de las transformaciones profundas que ha sufrido la música, su patria y el mundo. En su tierra adoptiva, cada año, quienes lo veneran todavía, acuden a su tumba a depositar una flor  o a rezar una plegaria a Dios, como homenaje de sempiterna recordación.

    Hoy podemos ver todavía sus películas. No importa que la técnica con que se elaboraron fuera muy deficiente, producto de empresas de bajos presupuestos, ni que la actuación de los artistas en general no alcanzara niveles superiores. Pienso que lo importante era su voz llena de armoniosos matices, fresca, clara, varonil, con sentimientos de arrebatada pasión, cantándole al amor, a la mujer, al dolor,  a los celos, a la vida, a la juventud y también al alma que se estremecía al escucharlo. Todavía, a veces, los ojos se nublan de tristeza al recordar el trágico fin de quien levantó el tango del arroyo barriotero de Buenos Aires, para pasearlo en triunfo por todos los escenarios del mundo.

    Vinieron tras él otros muchos cantantes que conquistaron fama y triunfos por seguir la senda que abonó Gardel con su arte y su personalidad. Los recuerdo a todos, porque aquellos años que siguieron a su muerte, era Cuba un gran abrazo extendido a todos los artistas de América: Hugo del Carril, Agustín Irusta, Azucena Maizani (que le precedió y bebió también de sus triunfos), Mercedes Simone, Charlo, Alberto Gómez, y por fin, la sin par Libertad Lamarque; sin olvidar a  los muchos cultivadores del tango en Cuba que tan alto nivel artístico alcanzaron también: recordemos a Olga Chorens, a Manolo Fernández y a Tony Alvarez, por  mencionar solo a los más conocidos. Todos y cada uno de ellos dejando en sus interpretaciones del tango un poco del toque personal que Gardel le dio; unos imitándolo, otros aprovechándose de la popularidad de la música que él descubrió para el mundo entero, pero siempre dejando en cada nota de sus cantos el recuerdo y la influencia de Carlos Gardel.

    Los tiempos han cambiado mucho para nosotros. Vivimos en un país extraño totalmente a nuestra idiosincrasia espiritual y artística. La música ha derivado por otros derroteros y no tenemos acceso fácil a las manifestaciones artísticas de los países de habla española. Ni tampoco nos llegan, como antes a Cuba, las películas producidas en esos países, pero, a pesar de todo, no es menos cierto que cuando, excepcionalmente, se nos presenta la oportunidad de contemplar en la pantalla  de nuestros televisores, la figura arrogante de Carlos Gardel, que en traje de calle, de etiqueta  o de gaucho, le canta al amor con  aquella su singular elegancia, todos nos sentimos conmovidos y compartimos sueños e ilusiones con los protagonistas de aquellas películas inolvidables.  Y los viejos de hoy, que fuimos los niños y jóvenes de ayer,  recordamos a Gardel, lo aplaudimos una y otra vez y sentimos la emoción renovada de un recuerdo perdurable.

    Han transcurrido 70 años de su muerte pero la realidad de Carlos Gardel no puede ser borrada fácilmente de la historia de la música popular. No es un mito porque no hay nada que mezclar ni confundir. Son hechos evidentes que los años se han encargado de consagrar y afirmar para siempre en la gloria de la inmortalidad.

 

C O M E N T A R I O S

    Se cree que Gardel nació en Tolouse, Francia, y que su madre, Bertha Gardés, lavandera de profesión, lo llevó muy pequeño (en 1893) a Buenos Aires.

Carlos se crió en el barrio del Mercado de Abasto de Buenos Aires, donde comenzó a cantar con su propia guitarra, haciéndose llamar, ya con el apellido cambiado a Gardel, “El Morocho del Abasto”. Su primer profesor de canto y guitarra lo fue Arturo de Nava, conocido payador. Esto ocurría alrededor de 1910 al 12... Más tarde, en las tertulias del café “Pelado” (esquina de Moreno y Entre Ríos) hizo dúo con Francisco Martino y luego trío con éste y con José Razzano y en 1913 con la adición de Raúl Salinas, el trío se convirtió en un cuarteto.

Después el cuarteto se redujo a un dúo, --Gardel-Razzano--, los que lograron con su esfuerzo y simpatía popular sacar el tango (música prohibida para la alta sociedad) de los burdeles y cafetines de mala muerte, y colocarlo en el sentir popular al grabar varios tangos que hicieron furor.

    El máximo auge de Gardel fue entre los años 1918 y 1925 con viajes a Europa y Estados Unidos. Más tarde  filmó en NY las películas “Cuesta abajo”, “El tango en Broadway”, “Tango Bar”, “El día que me quieras” y algunas escenas de la película “Cazadores de estrellas”. Sus últimas grabaciones fueron el tango “Amargura” y la canción criolla “Apure delantero buey”. A principios de 1935 inició una extensa gira por varias ciudades de América Latina que comenzó en San Juan de Puerto Rico y debió continuar en Caracas, Maracaibo, Barranquilla, Cartagena, Medellín y Bogotá, donde actuó el 23 de Junio.

    El 24, en viaje a Cali, su avión hizo escala en Medellín, donde se estrelló al despegar, chocar con otro avión e incendiarse. Los restos calcinados de Gardel fueron trasladados a Buenos Aires, donde su sepelio se convirtió en una multitudinaria expresión de dolor y pesar por la muerte del ídolo...

    En 1988 la Editorial Sudamericana de Buenos Aires publicó la traducción castellana de una extensa biografía de Carlos Gardel,  escrita por  Simon Collier, profesor de Historia en la Universidad de Essex, Inglaterra.

 

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