¡FELIZ NAVIDAD!... EN... ¿DICIEMBRE 25?
Todos sabemos que la Navidad es una festividad cristiana que conmemora el nacimiento de Jesús, Hijo de Dios. Sin embargo, ¿por qué el 25 de diciembre si de todos es sabido que la fecha del nacimiento de Jesús está realmente aún sin determinar?
Fue Dionisio el Exiguo quien, en el año 525, determina que el 25 de diciembre del año I fue el nacimiento de Cristo, pero no tuvo en cuenta, al elaborar el calendario cristiano, ni el año “0” que, de hecho, no fue introducido hasta el siglo IX, ni los cuatro años que Augusto reinó bajo el nombre de Octavio, ni algunos hechos históricos que parecen contradecir claramente esta fecha como cierta.
El historiador Flavio Josefo afirma que Herodes murió después de un eclipse de luna visible desde Jericó y hay constancia astrológica de que este fenómeno tuvo lugar en la noche del 12 al 13 de marzo del año 4 A.C., por lo que el nacimiento de Cristo debe haber sido anterior a esa fecha si ceñimos nuestra cronología a los datos bíblicos de que el nacimiento fue anterior a la persecución de niños menores de 2 años ordenada por Herodes.
Algunos investigadores piensan que Jesús no nació en invierno si se toma en cuenta el relato evangélico de Lucas, quien habla de pastores que pernoctaban al aire libre para vigilar sus rebaños. Si tenemos en cuenta que en Belén la temperatura media en el mes de diciembre es de alrededor de 28 grados centígrados bajo cero y que el clima de Judea no parece haber sufrido modificaciones de importancia en los últimos 2 mil años, es más factible que el nacimiento haya tenido lugar en primavera o verano.
Esta hipótesis se refuerza si recordamos que el Talmud testimonia que los rebaños salían a los campos desde marzo hasta noviembre, permaneciendo en los establos durante el invierno.
Un hecho que hace a muchos historiadores apostar por el año 5 A.C. como fecha real del nacimiento de Jesús es que hay constancia de la aparición de una nova brillante en el mes de marzo de ese año, visible durante más de 60 días en la constelación de Capricornio/Aquila y que ésta podría ser la famosa estrella que guió a los Reyes Magos hasta Belén.
Algunos astrónomos afirman que la nova apareció después de una serie de fenómenos astrológicos con suficiente importancia como para motivar a aquellos sabios –probablemente astrólogos- para emprender viaje desde el Oriente hasta Palestina.
Se ha llegado a la conclusión de que en el año 7 A.C. hubo una conjunción triple de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, fenómeno muy raro que sólo ocurre una vez cada dos mil cuatrocientos años.
Al año siguiente, Marte, Júpiter y Saturno se agruparon en Piscis, fenómeno que sólo sucede cada ochocientos años. (No perdamos de vista que la constelación de Piscis, signo de agua asociado a Moisés –rescatado de las aguas, que separó las aguas del Mar Rojo y convirtió el agua en sangre- representaba al pueblo de Israel).
Se supone que la primera Navidad se celebró en Roma en el año 336 D.C. aunque los territorios orientales del Imperio Romano conmemoraban tanto el nacimiento como el bautismo de Jesús el 6 de enero excepto Jerusalem, que sólo celebraba el nacimiento ese mismo día 6 de enero.
A lo largo del siglo IV de nuestra era, la mayoría de las Iglesias fueron gradualmente aceptando la fecha de diciembre 25 como natalicio de Jesús aunque en Jerusalem la oposición se mantuvo todavía algún tiempo más. La Iglesia armenia, por ejemplo, nunca aceptó la Navidad el 25 de diciembre; sino el 6 de enero.
No se sabe bien por qué celebramos la Navidad el 25 de diciembre aunque la razón seguramente fue que los primeros cristianos querían que la fiesta coincidiese con el festival pagano romano que marcaba el "nacimiento del sol invicto", que tenía lugar en el solsticio de invierno, cuando los días comenzaban de nuevo a alargarse y el sol a ocupar un sitio más alto en el cielo. Es por eso que las costumbres tradicionales relacionadas con la Navidad son resultado de la coincidencia entre la celebración del nacimiento de Cristo y las fiestas paganas tales como Saturnalia, que era época de alegría e intercambio de regalos. En el Año Nuevo romano era obligado decorar las casas con luces y plantas y dar regalos a los niños. Fueron poco a poco adoptándose también tradiciones alemanas y celtas cuando los teutones penetraron en la Galia, Bretaña y Europa Central.
La realidad es que las cenas y la camaradería, los árboles de Navidad, los fuegos y las luces, los regalos y las felicitaciones, son todos símbolos de bienestar y larga vida asociados directamente a los festivales paganos de invierno antaño aunque propios hogaño de la Navidad.
Pero la Navidad cristiana, para que efectivamente sea algo más que la remembranza de fiestas y juegos paganos, tiene que tener FE Y AMOR CRISTIANO. Jesús Hombre predicó a lo largo de su corta vida el amor al prójimo por encima de todas las cosas. No repitió Jesús: "No hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan a ti", no. El fue más allá y dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo y haz con él lo que quieres que hagan contigo".
La Navidad cristiana llega cada año para llamarnos al recogimiento y a la reflexión y recordarnos que la única manera de salvarnos (y conste que no me refiero a la salvación prometida después de la Muerte sino a la salvación inmediata y vital) es amándonos los unos a los otros. Porque amor es dación perpetua que no busca recompensa; es creativa emoción que busca la perfección, pero corrige con dolor y siempre perdona el error. Ésa es su mayor grandeza.
Eliana Onetti