Con la primavera
Con la
primavera
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Con la primavera
Con la
primavera
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Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.
María García Granados
Ésa que ves, la del amor dormido
en la mirada espléndida y suave,
es un jazmín de Arabia comprimido
en voz de cielo y en contorno de ave.
HIJO DEL ALMA
¡Tú flotas sobre todo, Hijo del alma! De la revuelta noche Las oleadas, En mi seno desnudo Déjante al alba; Y del día la espuma Turbia y amarga, De la noche revueltas Te echa en las aguas. Guardiancillo magnánimo, La no cerrada Puerta de mi hondo espíritu Amante guardas; Y si en la sombra ocultas Búscanme avaras, De mi calma celosas, Mis penas varias, En el umbral oscuro Fiero te alzas, Y les cierran el paso Tus alas blancas! Ondas de luz y flores Trae la mañana, Y tú en las luminosas Ondas cabalgas. |
No es, no, la luz del día La que me llama, Sino tus manecitas En mi almohada. Me hablan de que estás lejos: ¡Locuras me hablan! Ellos tienen tu sombra; ¡Yo tengo tu alma! Esas son cosas nuevas, Mías y extrañas Yo sé que tus dos ojos Allá en lejanas Tierras relampaguean, Y en las doradas Olas de aire que baten Mi frente pálida, Pudiera con mi mano, Cual si haz segara De estrellas, segar haces De tus miradas: ¡Tú flotas sobre todo, Hijo del alma! |
A mis hermanos muertos el 27 de noviembre (Madrid, 1872)
Cadáveres amados los que un día ensueños fuisteis de la patria mía, ¡arrojad, arrojad sobre mi frente polvo de vuestros huesos carcomidos! ¡Tocad mi corazón con vuestras manos! ¡Gemid a mis oídos! ¡Cada uno ha de ser de mis gemidos lágrimas de uno más de los tiranos! ¡Andad a mi redor; vagad en tanto que mi ser vuestro espíritu recibe, y dadme de las tumbas el espanto, que es poco ya para llorar el llanto cuando en infame esclavitud se vive!
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¡Déspota, mira aquí cómo tu ciego anhelo ansioso contra ti conspira: Mira tu afán y tu impotencia, y luego ese cadáver que venciste mira, que murió con un himno en la garganta, que entre tus brazos mutilado expira y en brazos de la gloria se levanta! No vacile tu mano vengadora; no te pare el que gime ni el que llora; ¡Mata, déspota, mata! ¡Para el que muere a tu furor impío, el cielo se abre, el mundo se dilata!
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Si ves un monte de espumas,
Mi verso es como un puñal |
Mi verso es de un verde claro
Mi verso al valiente agrada: |
Mi reyecillo
Los persas tienen un rey sombrío; los hunos foscos un rey altivo; un rey ameno tienen los íberos; rey tiene el hombre, rey amarillo: ¡mal van los hombres con su dominio! Mas yo vasallo de otro rey vivo, un rey desnudo, blanco y rollizo. su cetro: un beso. mi premio: un mimo. ¡Oh! cual los áureos reyes divinos de tierras muertas, de pueblos idos, cuando te vayas, llévame, hijo.
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toca en mi frente tu cetro omnímodo, úngeme siervo, siervo sumiso: ¡no he de cansarme de verme ungido!. Lealtad te juro, mi reyecillo! Sea mi espalda pavés de mi hijo; pasa en mis hombros el mar sombrío: muera al ponerte en tierra vivo. Mas si amar piensas el amarillo rey de los hombres, ¡muere conmigo! ¿Vivir impuro? ¡No vivas, hijo!
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Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.
Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.
Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.
Oculto en mi pecho bravo
La pena que
me lo hiere:
El hijo de un
pueblo esclavo
Vive por él,
calla y muere.
Para Aragón, en España,
Si quiere un tonto saber
Allá, en la vega florida,
Y si un alcalde lo
aprieta
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Quiero a la tierra
amarilla
Estimo a quien de un
revés
Amo los patios sombríos
Amo la tierra florida,
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Tiene el leopardo un abrigo
Duerme, como en un juguete,
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Tiene el conde su abolengo:
Tiene el señor presidente
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Por la puerta natural:
No me pongan en lo oscuro |
LOS ZAPATICOS DE ROSA
Hay sol bueno, y
mar de espuma,
"¡Vaya la niña
divina!"
"Yo voy con mi
niña hermosa",
Fueron las dos
al jardín
Ella va de todo
juego,
Vienen a verlas
pasar,
El aire fresco
despeina
Y por si vuelven
de noche
Está la playa
muy linda:
Está Alberto, el
militar
¡Y qué mala,
Magdalena
Conversan allá
en las sillas,
Pero está con
estos modos
Dicen que suenan
las olas
Pilar corre a su
mamá:
"¡Esta niña
caprichosa!
Le llega a los
pies la espuma,
Se va allá,
donde ¡muy lejos! |
Se fue la niña a
jugar,
Y cuando el sol
se ponía
Trabaja mucho,
trabaja,
Bien sabe la
madre hermosa
"¡Ah, loca! ¿en
dónde estarán?
"Yo tengo una
niña enferma
"Anoche soñó,
soñó
"Con sus dos
brazos menudos
"Me llegó al
cuerpo la espuma.
"¡Se parece a
los retratos
"Mira, ¡la mano
le abrasa,
¡No sé bien,
señora hermosa,
Se vio sacar
los pañuelos
Abrió la madre
los brazos,
Todo lo quiere
saber
"¡Sí, Pilar,
dáselo! ¡y eso
Vuelven calladas
de noche
Y dice una
mariposa
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COPA CON ALAS
Una copa con alas ¿quién la ha visto
antes que yo? Yo ayer la vi. Subía
con lenta majestad, como quien vierte
óleo sagrado; y a sus dulces bordes
mis regalados labios apretaba.
¡Ni una gota siguiera, ni una gota
del bálsamo perdí que hubo en tu beso!
Tu cabeza de negra cabellera
¿te acuerdas? con mi mano requería,
porque de mí tus labios generosos
no se apartaran. Blanda como el beso
que a ti me trasfundía, era la suave
atmósfera en redor. ¡La vida entera
sentí que a mí abrazándote, abrazaba!
¡Perdí el mundo de vista, y sus ruidos,
y su envidiosa y bárbara batalla!
¡Una copa en los aires ascendía
y yo, en brazos no vistos reclinado
tras ella, asido de sus dulces bordes,
por el espacio azul me remontaba!
¡Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista!
En rueda o riel funde el herrero el hierro;
una flor o mujer o águila o ángel
en oro o plata el joyador cincela.
¡Tú sólo, sólo tú, sabes el modo
de reducir el Universo a un beso!
La Niña de Guatemala
Quiero a la sombra de una ala, contar este cuento en flor: La niña de Guatemala, la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos, y las orlas de reseda y de jazmín; la enterramos en una caja de seda...
Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor; el volvió, volvió casado; ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas obispos y embajadores; detrás iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores...
Ella por volverlo a ver salió a verlo al mirador; el volvió con su mujer; ella se murió de amor. |
Como de bronce candente al beso de despedida era su frente; ¡la frente que más he amado en mi vida!
Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor; dicen que murió de frío; yo se que murió de amor.
Allí en la bóveda helada la pusieron en dos bancos; besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer, me llamó el enterrador. ¡Nunca más he vuelto a ver a la que murió de amor!
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Sueño despierto
Yo sueño con los ojos
abiertos, y de día
y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
del ancho mar revuelto,
y por entre las crespas
arenas del desierto,
y del león pujante,
monarca de mi pecho,
montado alegremente
sobre el sumiso cuello,
¡un niño que me llama
flotando siempre veo.
Mis versos van revueltos…
Mis versos van revueltos y encendidos
como mi corazón: bien es que corra
manso el arroyo que en fácil llano
entre céspedes frescos se desliza:
¡Ay!; pero el agua que del monte viene
arrebatada; que por hondas breñas
baja, que la destrozan; que en sedientos
pedregales tropieza, y entre rudos
troncos salta en quebrados borbotones,
¿cómo, despedazada, podrá luego
cual lebrel de salón, jugar sumisa
en el jardín podado con las flores,
o en pecera de oro ondear alegre
para querer de damas olorosas?
Inundará el palacio perfumado,
como profanación: se entrará fiera
por los joyantes gabinetes, donde
los bardos, lindos como abates, hilan
tiernas quintillas y rimas dulces
con aguja de plata en blanca seda.
Y sobre sus divanes, espantadas,
las señoras los pies de media suave
recogerán, en tanto el agua rota,
falsa, como todo lo que expira,
besa humilde el chapín abandonado,
¡y en bruscos saltos destemplada muere!
Dos milagros
Iba un niño travieso
cazando mariposas;
las cazaba el bribón, les daba un beso,
y después las soltaba entre las rosas.
Por tierra, en un estero,
estaba un sicomoro;
le da un rayo de sol, y del madero
muerto, sale volando un ave de oro.
Dentro de mí...
Dentro de mí hay un león enfrenado:
de mi corazón he labrado sus riendas:
tú me lo rompiste; cuando lo vi roto
me pareció bien enfrenar la fiera.
Antes, cual llama que en la estera prende,
mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
como del león generoso en la selva
la fiebre se enciende; lo ciega y se calma.
Pero ya no puedes: las riendas le he puesto
y al juicio he subido en el león a caballo:
la furia del juicio es tenaz; ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.
Dos patrias
Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...
Al buen Pedro
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta:
Diles, ¡bribón!, que mientras tú en festines,
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto Norte,
de tus esclavos el sudor sangriento
torcido en oro, descuidado bebes,
pensativo, febril, pálido, grave,
mi pan rebano en solitaria mesa
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de libertar de su infortunio al siervo
¡y de tu infamia a ti! Y en estos lances,
suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama
con sus húmedas manos el barbero.
MI CABALLERO
Por las mañanas Mi pequeñuelo Me despertaba Con un gran beso. Puesto a horcajadas Sobre mi pecho, Bridas forjaba Con mis cabellos.
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Ebrio él de gozo, De gozo yo ebrio, Me espoleaba Mi caballero: ¡Qué suave espuela Sus dos pies frescos! ¡Cómo reía Mi jinetuelo! Y yo besaba Sus pies pequeños. ¡Dos pies que caben En sólo un beso!
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La perla de la mora
Una mora de Trípoli tenía
una perla rosada, una gran perla,
y la echó con desdén al mar un día:
—¡Siempre la misma! ¡Ya me cansa verla!
Pocos años después, junto a la roca
de Trípoli,,, ¡la gente llora al verla!
Así le dice al mar la mora loca:
—¡Oh mar, oh mar!, ¡devuélveme mi perla!