Secreto astral
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tal vez entonces, amor,
las Musas |
A d v i e n t o
Primera vela de adviento en la tarde de viento otoñal. Jesús en la lumbre despierto. ¡Hosanna, huésped de mi hogar!
Domingo iluminatorio, primera, clara señal. Alguien a la puerta: un coro de la angélica potestad.
Tarde de
hojas perseguidas, tarde de empezar a esperar tus pisadas adventicias. Tarde de temprana ansiedad.
Primera vela de adviento en el crepúsculo boreal. Jesús en la llama sonriendo. ¡Hosanna, huésped de la eternidad! Ulises Varsovia |
Holocausto
Si la poesía sumergida en su nebulosa interioridad, si su canto la ebriedad de un aeda a solas con su portentosa lira pentagramal,
si la poesía, camaradas de la desheredad, nada más que la ansiedad de voces pasmadas en su melodía, y la exterioridad una minúscula llama de luz consumida, |
entonces de la agonía el poeta su canción arrancada, entonces, camaradas de nocturna voz desleída, la divina poesía una gota de dolor atragantada,
y en su propia llama de insecto suicida, el vate y su lira inmolándose en aras de la poesía.
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Espejismo luminal
En la esquizofrenia de los climas, perder la noción de tiempo y espacio, perder el cómputo de las edades, de estación, flora y paisaje, y arrojar la vida a la intemperie en el desnudo animal primigenio.
Por las praderas correr, por los ríos atravesar a nado el invierno, y en las cumbres nevadas, de un grito desmoronar aludes de espuma, decapitar las cimas coronarias.
Tuyas las onduladas serranías, animal terrestre recuperado, tuyos los plegamentos precámbricos, tuyas las llanuras estampidas, tuyos los valles recolectores.
En esta oquedad de piedra dormida tus antepasados su guarida, tus ancestros de facha simiesca su primer hogar de espesa sombra, sus sueños de ruedas rechinantes. |
Ahora tú, con tu lumbre equívoca, ahora tú, con tu espejismo luminal de ser superior en la fronda terrestre, de pequeño dios en el elenco astral.
Ahora tú, en tu hogar primigenio, ahora tú, con la desnuda verdad: tú con tu demente señorío, tú con tu trastorno criminal.
En la esquizofrenia de los climas sumergir la existencia incendiaria, regresar a las hogueras tribales, a la hermandad de la existencia astral.
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El pozo
Si arrojas una piedra al pozo, y esperas, y esperas, y esperas, esperarás en vano, esperarás toda una vida, todas las vidas de quienes allí estuvieron, de quienes bebieron, como tú, del agua, bebieron del agua y testimoniaron, atrapados en la complicidad.
Allí en el fondo, donde tu imagen quedó atrapada, con las imágenes de quienes allí se asomaron, de quienes se inclinaron a beber, y bebieron agua, ansiedad, dolor, y bebieron sucios secretos de amor, bebieron imágenes habitadas.
Alguna vez, en sumo sigilo, te acercaste al pozo, al atardecer, o más tarde aún, cuando la luna lucía hipnótica sobre el agua, y asomaste tu rostro iniciático al abismo de la iniciación, y allí estaban, allí estaban ellos, reunidos en el silencio lunar, yuxtapuestos hasta el primer día.
No sólo el agua, varón inconcluso, no sólo la linfa vital arañada de la dura tierra: allí también la unidad tribal, el ajuar de llaves y contraseñas, el secreto libro generacional.
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Ahora regresas a la edad, te acercas en sigilo a la noria, te inclinas sobre el gastado brocal, y arrojas una piedra al fondo, y esperas, y esperas, y esperas.
Así esperaras toda una vida, así esperaras todas las vidas de tus cómplices allí ahogados, de tus deudos en la conjuración, esperarías en vano, hermano, esperarías una eternidad.
El agua está aún allí, callada, pero esa agua ya no es el agua, tu imagen vuelve allí a reflejarse, pero esa imagen ya no es tu imagen, la luna te mira desde el fondo, pero esa luna ya no es la luna.
Si regresas al hogar, viajero, y llamas en alta voz, en los cerros, y golpeas con ira las aldabas, y repites las señales secretas, y te acercas al pozo taciturno, y arrojas una piedra a sus aguas,
nadie te responderá, viajero, nadie reconocerá tu voz, ni reaccionará a tus señales. Porque ya no eres el que se fue, ni ellos son los que se quedaron, y el pozo ya no es el pozo.
Del poemario "Hermanía" |