Gertrudis Gómez de Avellaneda bajo la mirada escrutadora de José Martí

 

 

  Mujer controversial, Gertrudis Gómez de Avellaneda vivió en conflicto con su época. Desubicada en una sociedad masculina rechazó con firmeza el papel que querían imponerle su familia y la tradición: casarse, tener hijos y  dedicarse a quehaceres "propios" de la mujer. En cambio su aspiración de juventud fue casarse con la pluma para  parir obras literarias.

  Su actitud desafiante le atrajo muchos detractores, entre ellos el joven José Martí. Hombre tradicional, el escritor siempre estuvo en contra de la poeta primeramente porque ésta vivió mucho tiempo alejada de Cuba y porque no se comportaba como una mujer convencional de la época. Ni la muerte logró cambiar la opinión que Martí tenía sobre doña Tula. Era tan fuerte el rechazo que dos años después del deceso de la escritora, se publicó, en 1875, en la sección mexicana de la Revista Universal el siguiente comentario: "No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda; todo anunciaba en ella un ánimo potente y varonil; era su cuerpo alto y robusto como su poesía ruda y enérgica; no tuvieron las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio; era algo así como una nube amenazante. La Avellaneda no sintió el dolor humano; era más alta y potente que él, su pesar era una roca". José Martí   

    Las facciones y la constitución física como reflejo del  espíritu se remonta a la Biblia, a la literatura griega, y a la española medieval y del Siglo de Oro. En el Libro del Buen Amor se documenta esta idea en la recomendación de Don Amor al Arcipreste: "Si quieres amar dueñas o otra cualquier mujer, muchas cosas avrás primero a deprender: "Cata mujer fermosa, donosa e loçana, que non sea muy luenga nin otrosí enana.. .Busca mujer de talla, de cabeza pequeña... ancheta de caderas, ésta es talla de dueña... La su boca pequeña, así de buena guisa...que la talla del cuerpo te dirá: Esto es guisa..."

     El concepto sigue vivo en el siglo XIX y uno de sus portavoces es José Martí, no sólo por lo que dice de la Avellaneda sino por lo que expresa en otras ocasiones:  Encontrándose Martí en Cayo Hueso a fines de 1893, conferenciando con el coronel Martín Marrero sobre los planes de conspiración en Cuba, llegaron varios emigrados que él había mandado a buscar. Uno de ellos salió sin decir palabra, marchándose un poco amoscado. Y, otro de los cubanos le preguntó al Maestro si no le iba a confiar a aquel hombre la misión que le tenían señalada de  antemano, a lo que Martí le contestó rápidamente: -"No, porque la fisonomía de ese hombre no responde a su promesa. Y el tiempo demostró que Martí no se había equivocado."

   Pero en lo que se refiere a la Avellaneda, Martí se equivocó porque sí había ternura en la mirada de la escritora; sí sintió el dolor humano y se doblegó ante él desde muy joven.

    Producto de su pesar es el poema "Al partir" escrito a los 22 años de edad cuando se embarcó hacia España:

¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! / ¡Hermosa Cuba ! Tu brillante cielo,/ la noche cubre en su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente./

  Veintitrés años pasaron desde que la escritora se fue de Cuba. Y al volver compungida por los desengaños de la vida, humildemente espera encontrar compasión y comprensión en sus compatriotas:

"Doquier los hijos de Cuba/ La voz oigan de esta hermana,/Que vuelve al seno materno/ -Después de ausencia tan larga/ Con el semblante marchito/ Por el tiempo y la desgracia,/"

   Como madre fue amorosa, tierna y delicada. Saboreó el amargo cáliz de la muerte en la corta existencia de su hijita. Por amor a ésta venció su orgullo y se humilló ante el padre de Berenilda para que éste le diera la bendición a su criatura moribunda.

  Martí pone en tela de juicio "las cualidades femeninas" de la escritora por su creación "ruda y enérgica'' como su cuerpo "alto y robusto."

    En cambio para el hombre no hay parámetros que indiquen cómo éste debe lucir físicamente ni cómo debe escribir. En el libro Así fue Martí se nos da el retrato hablado del escritor: "Era delgado, pálido; medía aproximadamente cinco pies seis pulgadas y pesaba entre 130 y 140 libras. De ancha frente y ojos glaucos, su mirada era suave, pero penetrante. Su voz era persuasiva, de pronunciación castellana sin exageración. No era aficionado a la bebida, comía poco, y sólo tomaba vino como reconstituyente... Sus manos de intelectual y artista eran finas..." (Gonzalo de Quesada, p.72)

   La figura frágil de Martí prueba evidentemente que no siempre la apariencia física es reflejo del espíritu. Además de sus hazañas heroicas que todos conocemos existen muchas anécdotas que testifican el carácter del escritor:

"Antonio Zambrana aludió a Martí, asegurando que los que no apoyaban el movimiento revolucionario (contra España) era porque tenían miedo y que, por lo tanto, llevaban sayas en vez de pantalones. Martí irrumpió entre la muchedumbre como un bólido, y llegando hasta la tribuna, pidió la palabra. Al tocarle su turno, y después de pedirle a Gómez que se preservara para la embestida final, para  la acometida sagaz y coordinada que irremediablemente terminaría con el dominio español en Cuba se encaró con Zambrana diciéndole: " -Y tenga usted tendido que no solamente no puedo usar sayas, sino que soy tan hombre que no quepo en los calzones." Y acercándose a su detractor, agregó con actitud violenta: _Y esto que le digo se lo puedo probar como y cuando guste, y si es ahora mismo, mejor... (Gonzalo de Quezada, p.27)

  Su carácter aguerrido tampoco le impedía expresar su ternura en su poesía, ejemplo: "Los zapaticos de rosa":

Anoche soñó, soñó/ Con el Cielo y oyó un canto:/ Me dio miedo, me dio espanto,/ Y la traje y se durmió...

Y dice una mariposa/ Que vio desde su rosal/ Guardados en un cristal/ Los zapaticos de rosa.

  Las imágenes aladas, la delicadeza y musicalidad permean los Versos sencillos de Martí. "...antes de morirme quiero/ echar mis versos del alma". "Quiero a la sombra de un ala/ contar este cuento en flor," En "Penachos vívidos" sus pensamientos besan sumisamente los pies del hijo.

    Lo sublime del alma es inherente en el ser humano sin que la apariencia física o el carácter sean impedimentos para poseerlo. Gertrudis Gómez de Avellaneda  refleja en su poesía y en sus vivencias la fibra delicada de su alma frágil, delicada; de su alma femenina.

    Vivió a plenitud y murió de muerte natural; no de amor como "la niña de Guatemala."

Niza Fabre

 

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