TOLEDO VISIGODO
Habíamos visitado Toledo en varias ocasiones, pero esta vez decidimos adentrarnos en la región para visitar aquellos lugares que normalmente son ignorados por los excursionistas. Nuestra visita sería de estudio esta vez. Queríamos indagar un poco sobre el Toledo antiguo, el Toledo visigodo que se encuentra en pequeños pueblos algo alejados de la capital.
Comenzamos nuestra visita en San Pedro de la Mata, a unos 7 kms. de Sonseca, conocida más bien sus ricos mazapanes, y donde habíamos hecho alto para hacer un acto de degustación.
San
Pedro de la Mata es un conjunto monástico del siglo VII y del que únicamente se
conservan algunos muros de la iglesia que por sus características estructurales
está incluida en el grupo de iglesias cruciformes visigodas de ese siglo. Por su
forma se le considera antecedente de San Pedro de la Nave y Quintanilla de las
Viñas.
Es una iglesia de planta de cruz griega con una capilla rectangular como cabecera y con la característica ventanilla en el testo. En el lado de la nave mayor hay un anejo, que forma nave lateral, pero que solo se comunica con la nave central por una puerta como en el exterior.
Entre el crucero y el brazo oriental de la cruz, hay otras dos habitaciones semejantes a la de las iglesias antes mencionadas, solamente comunicadas con la nave central.
Por su estado ruinoso no es posible asegurar como era su cubierta, aunque según Menéndez Pidal, debió llevar bóveda de cañón con un cimborrio en medio. Por el tipo de decoración todos los autores que han estudiado S. Pedro de la Mata, aseguran que debió levantarse en el siglo VII.
La referencia histórica más antigua que conservamos es del siglo XVII, en la cual cita que el templo habría sido construido en tiempos del rey visigodo Wamba (672-681).
Una de las características especiales de esta construcción, es que fue construida sobre una enorme laja de piedra, por lo cual apenas tiene cimentación. En cuanto a los muros, están compuestos de sillares, pero con una técnica algo rústica y de mayor delgadez, unos 68 centímetros frente al metro de los muros del ábside.
Continuamos nuestro viaje por una carretera estrecha hacia San Martín de
Montalbán, donde se encuentra la iglesia de Santa María de Melque.
Es el edificio mejor conservado de lo que fue un amplio conjunto monástico construido en los siglos VII-VIII, en el territorio de la ciudad de Toledo, la antigua capital del reino visigodo.
El templo se ubicaba en el centro de un gran patio formado por las distintas dependencias de 8n edificio igualmente de carácter monumental, dotado de diferentes naves que conocemos. Sus restos que marcan aún la topografía, pueden contemplarse en algunos puntos concretos en los que se ha realizado su estudio.
Tras su fundación y ante los avatares producidos por la conquista islámica de la Península, se tiene la certeza de la pervivencia de la función monástica del complejo, habitado por una comunidad mozárabe para luego abandonado el culto cristiano, convertirse en el centro de un pequeño poblado que aprovechó la imponente construcción de la iglesia para edificar sobre ella un pequeño castillo. La huella más visible de los cambios sufridos en esta época es la torre que aún cubre la cúpula de la iglesia, que es el principal resto visible de la vieja fortificación árabe.
Con la conquista de Toledo por el rey Alfonso VI en el año 1085, el antiguo templo recuperó su antigua función litúrgica, sin perder por ello su añadida función militar, que conservaría como centro de una pequeña fortaleza hasta momentos muy avanzados en la Baja Edad Media. Las diferentes sepulturas antropomorfas talladas en la roca y los restos de diferentes barbacanas o pequeñas murallas que aparecen ocupando el antiguo patio, son algunos de los elementos aún visibles que tiene su origen en este momento.
La iglesia de Santa María de Melque, construida en la primera mitad del siglo VIII. Es el templo altomedieval mejor conservado de la Península Ibérica.
Por sus características constructivas y estado de conservación, es un edificio único en el panorama de la arquitectura de estos años en Europa occidental. Su aparejo y su técnica constructiva son una clara herencia de la tradición arquitectónica tardorromana. Sin embargo, su planta y algunos de los escasos elementos decorativos que aún se conservan en el propio monumento, hay que vincularlos con algunos ejemplos conocidos en el mundo oriental, en concreto con las primeras expresiones que conocemos del cristianismo en lugares como Siria o Jordania.
En la actualidad, la iglesia de planta cruciforme conserva íntegras sus distintas naves, una de las capillas laterales y, parcialmente otra de estas capillas, así como una sala dotada de diferentes arcos de herradura, muy pronunciados, de uso aún desconocido. Como principales detalles constructivos, hay que destacar los restos de decoraciones en estuco que se conservan en algunos de los arcos torales del crucero, y la existencia de un nicho relacionado con algún enterramiento que podemos vincular con el del personaje responsable de la fundación del templo y, por lo tanto, del monasterio del que formaba parte.
La amplitud del presbiterio en relación con el resto de las dependencias del edificio, muestra el origen monacal de esta construcción que se convirtió en castillo islámico en los siglos IX-X y que recuperó el culto cristiano como ermita a partir de finales del siglo XI.
En la actualidad, y tras las obras de restauración realizadas, este edificio es uno de los escasos inmuebles que recuerdan la importancia de Toledo en época visigoda, se puede contemplar en un estado muy próximo al que debió tener en el momento de su construcción.
Continuamos nuestro viaje hasta llegar a La Puebla de Montalbán, donde hicimos un alto para comer y darnos un paseo por el lugar. Aquí nació su afamado hijo, Francisco de Rojas, autor de La Celestina.
La Plaza Mayor es de traza trapezoidal irregular, con una superficie aproximada
de 2.260 metros cuadrados. No se construyó como tal, sino que se llegó a ella a
través de un procedimiento constructivo que la fue configurando como está ahora.
De ello son testigos los diferentes estilos que se han ido imprimiendo en sus
portadas y balcones.
En la fachada norte tiene unos soportales con columnas de granito, desiguales, balcones corridos y una gran portada de acceso al que fuera en otros tiempos Mesón Grande de la Plaza, el mismo mesón que conoció Fernando de Rojas y el que perpetuó en “La Celestina”.
En la fachada oeste se encuentra el edificio del Ayuntamiento, formando ángulo con el edificio del antiguo mesón. A la entrada de la casa consistorial, a uno y otro lado, hay sendas lápidas dedicadas, una a Fernando de Rojas, y otra, al protomédico de Felipe II, Francisco Hernández.
La fachada sur está ocupada en su totalidad por el palacio de los Duques de Osuna y condes de La Puebla de Montalbán. Destaca su fachada principal plateresca rematada con el escudo de los señores de Montalbán. Fue mandado construir en el siglo XV por el maestre de Santiago, don Juan Pacheco.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz ocupa la fachada oeste y está unida al palacio por un corredor, sustentado por dos hermosos arcos.
Pavimentada con tipología castellana de cantos rodados y losas de granito en 1982, es una de las mejores plazas de la provincia, en la que se conservan edificios típicos del siglo XV y XVI,
Una vez hecho nuestro recorrido, iniciamos nuestro regreso a Madrid, pasando por Torrijos para visitar su Colegiata. La historia de Torrijos se remonta a la época romana, cuando se estableció una atalaya para defensa de la comarca. Posteriormente fue ocupado por los visigodos y más adelante por los musulmanes, hasta que en 1085 fue reconquistada por Alfonso VI.
La convivencia entre judíos, moros y cristianos se mantuvo hasta muy entrada la edad moderna. La expulsión de los moriscos supuso un duro golpe para la economía de Torrijos. Lo mismo que ocurrió con la expulsión de los judíos.
Por Torrijos han pasado numerosos monarcas y personajes de la nobleza, ya que la
estratégica situación entre Ávila y Toledo la hacia paso obligado.
La colegiata se construyó en una antigua mezquita musulmana, pues también los mahometanos tuvieron dos mezquitas. La Colegiata es una de las obras arquitectónicas más importantes de la Provincia, Su construcción se inició en 1509 y se concluyó en 1518. Está construida en los terrenos de una anterior mezquita musulmana, la cual hubo derribarse para ese fin. Esta era una de las mezquitas que existían en Torrijos, además de la sinagoga judía, lo cual indica la tradicional convivencia y tolerancia de Torrijos con todo tipo de creencias, razas y nacionalidades.
La Colegiata se construyó para sede de la Hermandad de Santísimo Sacramento, y todos los gastos corrieron a cargo de Teresa Enríquez. Contiene tres naves, sostenidas por soberbias columnas. Un bellísimo coro con decoraciones variada, consta de dos pisos, el superior coronado por dosel gótico. En la parte central del mismo se encuentra el túmulo de los señores de Maqueda. Los muros laterales se completan con capillas dedicadas a la Virgen y varios santos. Destaca entre ellas la dedicada a San Gil, capilla que se edificó cuando la antigua parroquia de San Gil se trasladó a la Colegiata. La sacristía se encuentra a la derecha de la misma. El altar mayor tiene en el muro de oriente un impresionante retablo en el que se relatan diversas escenas de la vida de Cristo, en una serie de doce tablas pintadas por Juan Correa de Vivar.
Merece la pena citar el órgano del siglo XVII, así como el Calvario de la capilla de San Gil, sin olvidar el del altar mayor, el cuadro de la Sagrada Familia, obra de Pedro El Mudo, en el altar de santa Ana.
En el exterior de la Colegiata es donde mejor podemos admirar la categoría artística de este edificio. Las gárgolas y demás elementos arquitectónicos y ornamenta proporciona a esta iglesia la sensación grandiosa y el imborrable recuerdo de su vista. El simbolismo del Cáliz con la Sagrada Forma es el que aparece con mayor profusión y lo vemos repetido en todas partes del edificio- La torre se eleva a más de cuarenta metros. Es verdaderamente impresionante la vista de su fachada entre gótica y renacentista.
Y así con la visión de su hermosa fachada emprendimos el viaje de regreso a Madrid.
Ma. Manuela Septién