(1853—1895) Martí: siempre solo en su grandeza
DR. LUIS AGUILAR LEÓN
No, no lo busquéis entre los grandes autores de la humanidad, entre los clásicos del pensamiento traducido, citado, iluminando senderos a la juventud pensante. No, Martí no está ahí.
A pesar de la devoción de los cubanos, a pesar de los homenajes más o menos retóricos de algunas minorías latinoamericanas, Martí sigue ignorado, recóndito, solo en su grandeza, al margen de los laureles internacionales.
Y, aunque nos duela, acaso es justo y natural que así sea. Porque como los cuerpos físicos, tienen también las almas su gravitación ineludible; y Martí gravitó toda su vida hacia una casi agónica soledad.
Más allá del patriota, más allá del Apóstol, más allá del orador y del poeta, hay un Martí que permanece en la sombra, que esquiva el pleno conocimiento, que se hunde en sí mismo para que no le lean los rasgos.
Ese Martí esquivo y oculto que apenas si se asoma fugazmente en un verso, en una frase dolorida, en un gesto iluminador, es el más fascinante, el que tiene la clave de la personalidad íntegra del hombre. Ése es el Martí que titubeó en lanzar la plenitud de su mensaje y veló bajo otras proyecciones la profundidad de su credo. Hagamos un esfuerzo por atisbar las razones de tan insólita voluntad de alejamiento.
Era en verdad una criatura extraña ese José Martí Pérez.
Nació con un don radiante que desde niño desconcertaba a los que le rodeaban; una fastuosa capacidad de amar. Martí lo amaba todo en dimensión torrencial, como si llevara el alma al descubierto. Y de niño, como todos los niños, creyó que tan magnífica sensibilidad era cosa común y colectiva.
Desbordándose en espíritu sobre el mundo circundante: hogar, escuela, amigos, naturaleza, Martí no había aún descubierto que el amor verdadero, el que no se agota en las palabras ni es mero velo de egoísmo, es un raro y doloroso privilegio de un puñado de almas… Un poema infantil, lleno de ingenuo patriotismo, hizo que la realidad le golpeara brutalmente el rostro.
Fue condenado a trabajos forzados en prisión. Y vio de pronto el otro aspecto de la vida, la crueldad sistemática, el látigo inclemente, la dureza del hombre para el hombre. Era un cuadro capaz de endurecer al más alzado espíritu. No a Martí.
Libre ya, en España, con la cicatriz del grillete lacerándole la pierna, José Martí quiso estampar en tinta sus llameantes impresiones.
Sin embargo, con todas las imágenes del reciente infierno rondándole la memoria, su pluma rasgó estas excepcionales palabras: “Ví la llaga, y no pensé en mí… sentí un cariño tan acendrado hacia aquel campesino de mi patria; sentí una compasión tan profunda hacia sus flageladores… Ni os odiaré, ni os maldeciré. Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo”.
Cariño hacia los presos, compasión por los carceleros, extrañas reacciones de un adolescente macerado, cuya pluma podía llamear en justa ira. Pero es que, aunque Martí ha visto el rostro granítico de la realidad y sabe ya que la vida no es amor incandescente, sabe también, acaso intuye, que la vida tampoco es eso solo, que hay grados más profundos y complejos donde todo se identifica y supera.
Y, sobre todo, como en un deslumbramiento, Martí ha descubierto que él no puede odiar.
De ahí en adelante comienza Martí a recoger sus caudales de amor. Quiere más que antes, porque el sufrimiento es “la gran llaga creadora” de que habla Heine, pero aprende a refrenar los desbordamientos que le sacuden el alma.
Por Cuba y para Cuba en su pluma llamean argumentos, forja una prosa nueva, reverberante, donde las frases se enciman como en tempestad de ideas, y el esfuerzo se torna devoción y sacrificio permanente.
Viaja Martí por la América, como un peregrino sin sombra. Y donde quiera que pasa, turba con su oratoria, con sus ojos cada vez más profundos, con su sed inextinguible de esperanzas. Cuba es su fuerza, su objetivo y su refugio, pero su alma despliega su amor incontenible en todos los senderos.
Se duele de las miserias de los indios, predica la unidad de nuestros pueblos, busca amigos, alienta esfuerzos nacionales, señala peligros y desvíos, y torna en entrega cotidiana su misión.
Las mujeres, sobre todo, cruzan por su vida no como oasis donde apagar la sed, sino como sin rumbo.
La frialdad de Nueva York se le resume en significativa reacción: “Empecemos por una curiosa confesión. Este es el único país de todos los que he visitado donde he permanecido una semana sin sentirme especialmente atraído y profundamente prendado de alguna mujer”.
El sufrimiento y la ternura se le hacen cada vez más el pan de su más íntimo sacrificio. De ahí que ya muchos que le conocen no lo entiendan. Y como él sabe que no lo entienden, que no pueden entenderlo, acalla su más válido mensaje y se recoge en sí mismo.
Por Cuba, por el amor sublimizado, Martí sacrifica sus otros amores, su enorme talento, su hogar, la proximidad de su hijo, la intimidad de sus amigos. Desgarrándose a sí mismo, entregándolo todo, se va quedando solo. La poesía es, acaso, su única volcánica expresión.
Mientras tanto, su energía exterior es asombrosa. Siembra ideas, escribe artículos, une a los exiliados, levanta los ánimos caídos, refrena a los impetuosos. Él es alma y cuerpo de todo un movimiento, de un partido, de una idea, de una patria.
Pero es también el hombre que se sabe grande en otras dimensiones y que renuncia a tal grandeza. “Lo que más vale de mí se ha quedado en silencio”, le susurra una vez a un fraternal amigo. Su poesía se torna a veces misteriosa y sombría, como oráculo de su propio martirio:
“Duele mucho en la tierra un alma buena. De día luce brava: por la noche se echa a llorar sobre sus propios brazos…”
Así ve consumiendo su propia grandeza, dejando a medias la universidad de su mensaje, clavando en la patria todo lo que su alma podía dar al mundo queriendo hacer de Cuba la tribuna de su más íntimo mensaje: sólo el dar enriquece.
De ahí también su anécdota más bella. Se había organizado en mitin cubano en una casa amiga en Nueva York. La noche señalada, la nieve cayó silenciosa e implacable. Cuando Martí llegó al hogar fraterno, hileras de sillas vacías se desplegaban frente a la pequeña tribuna y a la bandera cubana.
Martí se despojó del humilde gabán, se aproximó a la estufa y dejó escapar un gran suspiro. La cocinera de la casa, negra y cubana, le trajo un vaso de ginebra. El cuerpo enfermo y exhausto, para sonrojo de los maledicientes que tal bebida le critican, le reclamaba ya estímulos físicos para seguir andando.
“Maestro”, le confesó la cocinera, “qué pena quedarme sin oírlo. Me moría por oírlo hablar y ya estoy muy vieja para salir. ¡Qué pena!
Martí la miró con aquellos ojos sus ojos insondables, apuró el trago y le respondió suavemente: “Siéntese, por favor”… Y se subió a la tribuna, y dejó escapar su voz resonante y restallante.
Habló de Cuba, del sacrificio, de la vida y de la muerte. Habló como si todos los exiliados estuvieran presentes, como si Cuba misma pudiera oírlo, como si toda “su América” estuviera escuchando.
Habló para todos los seres humanos, como quien anda ya al borde de la despedida definitiva, como quien ya casi no tienen amarras en el mudo.
Cuando terminó, la cocinera sollozaba, y el dueño de la casa quedaba deslumbrado y absorto en un rincón de la sala. Martí suspiró de nuevo, tomó su pobre gabán y se perdió en la noche inclemente. Se iba como había llegado, solo.
Iba en busca de la última cita, de la hora que ya sabía él que se le aproximaba. Hacia ella marchaba como él mismo se había forjado, solo, doblado sobre su propio sacrificio, en diálogo consigo mismo.
Detrás dejaba una sala vacía, una mujer conmovida y un mensaje de amor lanzado a plenitud, allí donde los hombres no podían oírlo.
La 'history' de Cuba
LUIS AGUILAR LEON
Publicado en El Nuevo Herald
Tenía yo un alumno de ascendencia cubana, avispado y notable, que tuvo a bien mandarme un trabajo sobre Cuba escrito por su hermano menor, quien había llegado ya a las tramoyas del high school.
Parece ser que el pobre muchacho quería aprender historia cubana, pero entre lo que le enseñaban en el colegio, lo que le contaban sus padres, las enfurecidas aclaraciones de su abuelo --las cuales él apenas entendía porque hablaba más inglés que cubano-- y lo que tronaba en la radio y la televisión, se le hizo tal confusión en la mente que decidió despejarla poniendo por escrito lo que había aprendido sobre la history de Cuba.
He aquí el texto de su paper.
``Cuba is an island descubierta por Columbus, quien vino con una niña pintada y una santa llamada María. El viaje se lo pagó con algunas jewels la reina de Spain, que era muy católica. En la isla los Spaniards aprendieron a hacer una beer que se llamaba Hatuey, en memory de un indio que prendía hogueras and hated the Spaniards, a pesar de que un good Spanish priest les construyó muchas casas. For many centurias, los Spaniards ocuparon la isla y la explotaron con tabaco, azúcar y pedacitos de café que llamaban cortaditos. Para que ayudaran a la explotación del sugar, los Spaniards trajeron esclavos africanos, que eran muy musicales e inmediatamente inventaron la rumba, el vudú, y el mambo.
``Los cubanos no querían a los Spaniards ni a sus explotaciones y comenzaron a planear rebeliones. Los cubanos en esa época se llamaban mambises because they had invented el mambo, y eran muy marcianos because seguían las ideas de José Marcí, un great leader who wrote poems for children. En esa época the Cubans comenzaron por quemar un town llamado Bayamo y, por razones que no logré averiguar, esta vez los Spaniards no pudieron apagar el fuego. Después de muchas luchas y campiñas, los Americans decidieron intervenir y mandaron a La Habana un warship que se llamaba Maine. Los Spaniards, que eran muy explotadores, explotaron al Maine y los Americans les declararon la guerra. The Spaniards ganaron rápidamente una guerra que llamaron una `splendid little war', ocuparon the island y obligaron a los mambises, for misterious reasons, a comer un plato sureño que se llamaba la ensalada Platt, la cual provocó many protestas y discusiones...
``The first President of the Republic llegó al poder por una estrada y se encaramó en una palma. Era an honest man, pero no muy tough, y cuando hubo otra rebelión se bajó de la palma y llamó a los Americans. After todas esas luchas Cuba se hizo free y comenzó a progresar. En 1934, los Americans y los Cubans se pusieron de acuerdo para abolir la ensalada Platt y dejar que cada cual comiera lo que quisiera. Los cubanos enseguida inventaron el chicharrón y el sandwich y se sintieron muy happy. Pero había muchos political problems, sobre todo with a tough president, manchado por la dictadura, y un sergeant llamado Batista, que quería ser general, y a quien un presidente casi santo, de apellido Martín, and another llamado Prío, and a very popular líder llamado Eddy, quien amaba las chivas because they were symbols de honestidad, no querían dejar que el sargento fuera general.
``En 1952 Batista le dio un golpe al estado y Fidel Castro atacó a un tipo que se llamaba Moncada. Luego Fidel se fue a México and, according to my grandfather, se unió a un atorrante argentino, se armó con una sierra y se fue con una maestra a hacer guerrilla warfare. Muchos cubanos, y algunos mambises que todavía quedaban, helped him en la lucha, but many others, incluyendo a mi abuelo, no se dejaron engañar by the barbudo and from the very beginning supieron que Fidel era un Commie. Entonces Batista escaped to Spain, and Castro llegó al poder y dijo que era verdad que él era comunista, le quitó todo a todo el mundo, trajo Soviet missiles, e impuso en Cuba un real dictatorship. Many Cubans se escaparon para el norte y fundaron la Florida y Miami. Otros se fueron a Puerto Rico y España. But many tuvieron que quedarse en la isla y los castigaron por quedarse. Hoy en día los cubanos están muy poor y quieren que Castro se vaya, pero el barbudo ha dicho que no deal y que se queda.
``Todo esto ocurrió hace muchos años pero, como dice mi abuelo, el que no aprende lo que pasó before no puede saber lo que está pasando now.''
Hay veces, cuando las noticias se tornan sombrías notas de violencia, en que vale la pena intentar desplegar la risa.