La estrella que se fue
Viajé con mi mochila de ilusiones al valle de la Esperanza, ¡Qué bonito lugar, qué apacible!. Y no estaba solo: otras personas acudían también, cada una de ellas portaba sus anhelos y deseos, parecidos pero distintos entre sí y de mis expectativas.
Unos buscaban el árbol emblemático que irradiaba majestad, otros, el manantial que apagaría su sed. Yo miraba al firmamento cuajado de luces tratando de observar una nueva estrella que, según mi familia, había surgido en el Éter, al lado de las Pléyades.
Ahí estaba: una lucecita apenas perceptible que según avanzaba la noche crecía y crecía hasta que, de pronto, esa luz se fue apagando hasta que se extinguió.
¡Vuelve, astro blanco, conviértete en estrella reluciente!. Pero no, mis ruegos no eran capaces de recuperar mi ilusión desvanecida.
Al verme llorar mis compañeros trataron de consolarme pero la fría bruma del amanecer se extendió sobre nuestras cabezas y yo sólo veía el árido gris de la niebla.
- —No te preocupes, amigo, el sol volverá a lucir y, ¡quién sabe!, surgirá otro astro al que podrás decir,”eres mío”.
- Retorné a mi casa con el alma herida mas con la esperanza de curar mi espíritu con otra nueva visión.
Alfonso Enríquez de Salamanca