LOS ‘SETEROS’

 

Muchos son los aficionados que recogen y consumen setas. Pero desde que, allá en tierras de Marruecos, llevado por esa pasión, un amigo de juventud que decía ser buen conocedor de diferentes especies, murió envenenado por ingerirlas, jamás he osado participar en la búsqueda de este exquisito manjar.

 

Sin duda, la mayoría de las especies comestibles satisfacen a los más delicados y exigentes paladares, al tiempo que gozan de indudables    propiedades beneficiosas para la salud.

 

Tanto es así, que ya en el siglo I el poeta hispano-romano Marcial, al que podríamos considerar como el primer ‘forofo’ de las setas, decía que <es fácil prescindir del oro, de la plata e incluso del abrigo, pero es mucho más difícil privarse de un plato de setas>.

 

En otoño, también en primavera, cuando las lluvias bañan la tierra y, posteriormente, luce un cálido sol, germinan salvajes las setas en los campos de nuestro municipio.

 

Tengo muy grabada, por ser habitual -casi cotidiana-, la imagen que describo: Desde Arroyomolinos hasta la conexión con la Autovía de Extremadura, a ambos lados de nuestra carretera M-413, puede verse un indeterminado número de automóviles aparcados en distintos puntos de su recorrido. Sus propietarios, frecuentes buscadores de setas, están pateando afanosamente el largo y ancho de las fincas colindantes. La mayoría de ellos son, por lo que he podido apreciar, ‘seteros indocumentados’, que ignoran casi todo sobre la maravillosa seta y que ponen en peligro algunas variedades, así como la reproducción del tipo que ellos tienen identificado y recogen.

 

Estos ‘seteros’ las recolectan sin cortarles el pie con un cuchillo, cuidando de no dañar la parte enterrada. Todos los que he visto, van siempre provistos de bolsas de plástico; quizás ignoran que debieran transportarlas en cestas o cajas aireadas, por dos importantes motivos: en las bolsas no transpiran, fermentan y se descomponen, y, además impiden que las esporas puedan caer en tierra y germinen. Esa y no otra es la razón por la que me atrevo a calificarlos de ‘seteros indocumentados’.

Antonio Alcalá

 

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